De las cantigas medievales a las estrofas contemporáneas del también berciano Antonio Pereira. De los viejos romanceros a los jóvenes versos de Juan Carlos Mestre. De la obra de Lorca, Juan del Enzina, Jorge Manrique o Carmen Martín Gaite -entre muchos, muchos otros- a la interpretación de la suya propia.
Por entre la mayoría de estos rincones literarios viaja Amancio Prada, una y otra vez, con arcones que guardan sus melodías. Inconmensurables adaptaciones a la espalda, ya bien consabidas, le hacen hablar desde un estado extático que ya no discierne entre versos sueltos y realidad, si es que entre ellos hubo alguna vez un discernir. «La mies es mucha y los cantores no tanto», concluye breve al plantear si, entre todos los poetas -vivos o muertos- a los que acompaña con música, todavía le queda algo en el tintero. Autores -vivos o muertos- que llevan en común el estandarte de una sensibilidad poética digna de las odas del músico berciano.
– ¿Se podría musicalizar otro género que no fuese la poesía? – lo pregunta un hilillo de voz, temeroso (el ingenuo) de una contestación tan escueta que no dé para llenar estas páginas.
– Se podría, pero yo creo que la poesía está pidiendo la viva voz para decirla y, si es para entonarla convertida en canción, mucho mejor. ¿Se acuerda usted de aquel romance del conde Arnaldos? – apenas deja tiempo para responder con una sincera negativa y Prada recita: – Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, se aparece un barco que las velas trae de seda, jarcias de oro torzal, áncoras tiene de plata, tablas de fino coral y el marinero que lo guía, diciendo viene un cantar, que las aguas ponía en calma y los vientos hace amainar...
"Un poema, bien dicho, ya es una forma de abrirle la puerta a la jaula donde yace semidormido"
Declama a su gusto, saltándose algunos versos para llegar, por esas aguas que recita, al puerto donde quiere atracar.
–Ese barco, para mí, es el poema; pero lo que infla las velas, lo que hace que el barco navegue y se produzca ese milagro maravilloso que vuelve el mar en calma... Eso es lo que se produce cuando un poema se convierte en canción, cuando la música establece una feliz alianza con el poema; esa alianza, esa armonía es lo que uno lleva buscando toda la vida.
– ¿Es muy diferente recitar poesía de cantarla?
– Es distinto, pero un poema, bien dicho, ya es una forma de abrirle la puerta a la jaula donde yace semidormido en el libro– medita.– Nada como la voz para revivir la letra; la letra, con música, entra.
– ¿Cuán importante es la literatura para componer melodías?
– Todos los poetas son afluentes de un mismo caudal que va creciendo, que se va enriqueciendo con esa afluencia– los segundos de espera entre palabras reciben las suyas, de nuevo, como poesía.– Da igual que el poeta sea antiguo o moderno; el arte no tiene tiempo, no tiene edad. Ese caudal es lo que va expresando, diciendo, cantando nuestros sueños, nuestras quejas, nuestro dolor, nuestro anhelo...
Los afluentes que son las letras de Rosalía de Castro, Gustavo Adolfo Bécquer, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús confluyen también en el caudal que desemboca, armonioso, en el Concierto de Reyes que este domingo, 7 de enero, celebra Amancio Prada en el Auditorio Ciudad de León.