La soprano Inés de Arvizu se estrena este viernes en la sala Eutherpe de la capital leonesa con un recital de música española, ópera y canción napolitana, en el que estará acompañada al piano por Raquel SutilLa soprano leonesa de origen navarro Inés de Arvizu, la segunda de las tres hijas del matrimonio formado por el catedrático Fernando de Arvizu y la profesora Rosine Letinier, responsables del área de Historia del Derecho de la Universidad de León, se estrena este viernes ante el público leonés con un recital de canto y piano que tendrá lugar a partir de las 19:30 horas en la sala Eutherpe con entrada donativo de 5 euros, donde estará acompañada por Raquel Sutil. El programa que ha elegido para la ocasión está integrado por obras de zarzuela, ópera y canciones populares. A pesar de llevar varios años como cantante, hasta ahora no había tenido la oportunidad de debutar profesionalmente en la ciudad donde inició sus estudios de canto, en concreto en el Conservatorio Profesional de Música ‘José Castro Ovejero’, que más tarde continuó en París y Valencia. Licenciada en Derecho por la Universidad de León, promoción de 2007, Inés de Arvizu reconoce que su decisión de cursar esta carrera tuvo, en contra de lo que pudiera parecer, un fuerte componente vocacional. «Me decanté por Derecho no por seguir la tradición familiar sino porque mi primera intención era ser juez. Yo empecé a cantar un poco por afición, sin ponerme ninguna meta, pero lo que pasa con estas cosas, sobre todo con el mundo del arte, es que cuando me fui metiendo cada vez más descubrí que realmente me empujaba mucho más y que llegado a un punto tendría que decidir, porque si me ponía a opositar de juez evidentemente no habría tiempo para dedicarle a cantar como era necesario», sostiene Arvizu, que agradece que en todo momento tuviera el apoyo de sus progenitores. «Yo termino la carrera de Erasmus en París y ahí ya tenía claro que quería dedicarme profesionalmente al canto, pero no fue una decisión fácil», reconoce la soprano.
A la pregunta de dónde le viene la vena artística, Inés de Arvizu responde que siempre le ha gustado cantar. «La parte de la voz, que es a lo que yo me he dedicado, viene por parte de la familia de mi madre. Mi madre no canta, pero mi abuela era soprano ligera y su madre soprano dramática. Las mujeres, por lo menos en el medio en el que se criaron en Francia, no se dedicaban profesionalmente a eso, pero digamos que estas cosas van pasando de generación. Mi madre es una auténtica fan de la ópera y mi padre de la zarzuela. Mi padre es además organista aficionado. Digamos que la música siempre ha estado muy presente en mi casa. Nosotras empezamos a tocar el piano desde pequeñas, pero no nos matricularon en el Conservatorio porque querían que fuera una decisión nuestra y no una imposición. A mí siempre me ha gustado esta parte artística, esta parte teatral, tenía la voz y empecé un poco por curiosidad, pero al final, lo que suele pasar, acabas enganchada».
La afición de su madre por la ópera hizo que Inés de Arvizu creciera escuchando el ‘Rigoletto’ de Verdi. «Era la ópera favorita de mi madre y me la conocía de memoria. Recuerdo que mi madre me llevó a una representación de ‘Rigoletto’ en la Plaza Mayor con el tenor leonés Ignacio Encinas, y esa fue la primera ópera que vi en directo y en la calle», sonríe Arvizu, cuyos primeros estudios de canto en el Conservatorio de León estuvieron tutelados por Marta Arce, actual profesora de canto del Conservatorio de León, y por la soprano asturiana Yolanda Mountussé, que desde muy pronto se percató de las cualidades de su pupila y así se lo quiso transmitir a los padres de Inés a fin de que no frenaran una prometedora carrera. «Con el tiempo he podido recorrer mucho mundo y he visto todo lo que esto supone. Uno se piensa que va a ser María Callas cuando empieza en esto y luego se da cuenta de que no es así», señala la soprano, para quien no fue fácil en aquellos primeros años compatibilizar la carrera de Derecho con las clases de canto. «Cuando terminé segundo año de carrera ya me di cuenta de que yo necesitaba mucho más tiempo si quería cantar. Entonces lo que hice fue ampliar matrícula, por lo que en tercero tenía solo tres asignaturas en lugar de cinco. Yo quería terminar la carrera, pero también el Grado Medio, que finalmente pude hacer en Salamanca, gracias a una beca. Pero nunca me pareció, por lo menos en ese momento, que tuviese que elegir todavía. Me complementaba muy bien con las dos cosas», reconoce Arvizu, cuya decisión de dedicarse exclusivamente al canto se produce durante su estancia en París, donde finaliza el segundo ciclo de Canto Profesional en el Conservatorio ‘Francis Poulenc’ con la soprano japonesa Fusako Kondo, titular del Conservatorio de Région Parisienne. «Lo que me enseñó todos estos años de formación es la disciplina que hay que tener para ser músico. Algo así no perdona y en ese momento yo solamente vislumbraba lo que aquello podía significar, que en realidad era todo. Si quieres ser un artista profesional va a demandar todo de ti. Y no solamente por las aptitudes que tengas sino que psicológicamente es una forma de ser, es una forma de pensar. Creo que eso fue también lo que me atrajo de este mundo», señala Arvizu.Valencia también jugaría un papel determinante en esa formación permanente que se requiere para una carrera musical. «Tras mi estancia en París, que se prolongó un año más porque fue muy complicado acceder a las pruebas al haber gente con mucho nivel que venía de toda Europa, me fui a Amsterdam, estuve en otros conservatorios franceses y en Roma. En España acudí a Valencia gracias al contacto de Ana Luisa Chova, que era la catedrática de la Escuela de Canto. En esta elección también seguí el consejo de la profesora Lola Arenas, con la que estuve dando clases particulares durante un tiempo y que me recomendó a todas luces Valencia. En septiembre de 2008 ingresé en la Escuela de Canto de Valencia y allí estuve siete años. Al cabo de un tiempo llegaría mi primera oportunidad profesional a través de una productora valenciana que montó la zarzuela ‘El rey que rabió’, un espectáculo que me mantuvo ocupada durante 2011, año en el que también me presenté a concursos y audiciones tanto en España como en otros países. Recuerdo que un compañero de esta compañía fue quien me presentó al barítono Ramón de Andrés, con el que estuve trabajando la voz durante tres años», destaca Arvizu, para quien subirse a un escenario es siempre lo más difícil y a lo que se aspira en esta profesión. «Desde que puse un pie en el escenario supe que aquello era lo mío. Porque a mí me encanta toda esa parte teatral. La música es absolutamente maravillosa pero creo que también somos actores y que ponemos el sonido que tantos años nos ha costado construir al servicio de un personaje. Y eso es lo que a mí más me llenó».
Inés de Arvizu reconoce que las opciones profesionales vinieron antes por el mundo de la enseñanza que de las artes escénicas. «Yo empecé a dar clases según terminé la carrera y aunque seguía haciendo pruebas fue gracias a uno de mis alumnos que me salió la oportunidad de audicionar para cruceros, que es donde trabajo. Dentro del paquete que ofrecen las líneas de cruceros está la parte de entretenimiento. Para eso las navieras contratan una agencia que les provee ese entretenimiento. Ellos tienen varios espectáculos dentro de la producción, entre los que se incluye uno de clásico. Yo formo pareja con un tenor dentro de un grupo de seis personas, dos de clásico y otros cuatro de contemporáneo. Al mismo tiempo te exigen que tengas un espectáculo de ópera propio con un tenor y otro en solitario, que es lo que te da la oportunidad de expresarte como artista. Y eso es una cosa muy interesante, porque cuando trabajas en una compañía de ópera te ajustas a las obras que se van montando. Sin embargo, aquí lo tienes que hacer todo tú, donde tienes que pensar lo que puedes hacer y lo que le va a gustar al público, porque en un crucero no es como ir a un teatro. En el teatro la gente va a verte a ti y en un crucero van porque es parte de su viaje y si no les gusta se levanta la gente y se va. Entonces esto es lo que más me ha ayudado a encontrar mi artista», confiesa la cantante, cuyo primer contrato con la compañía Silversa C.L. fue en noviembre de 2016 y hasta hoy, con el lógico parón de varios meses en que se suspendieron todos los viajes como consecuencia de la pandemia. «Yo tuve mucha suerte porque pude llegar a León después de una larga travesía desde Australia. Aquí empecé a buscar escuelas de música por la experiencia docente que ya tenía y la oportunidad me la dio una de las compañeras que había estudiado conmigo en el Conservatorio y que tiene una escuela propia al lado del Colegio de San Claudio. Después, Raquel Sutil, que me va a acompañar al piano en el recital de este viernes en la sala Eutherpe y que es la directora del Conservatorio ‘Ángel Barja’ de Astorga, me llamó porque Pilar, la soprano que daba las clases de canto, había tenido que coger la baja por el covid».La soprano leonesa reconoce que en su caso ha necesitado de mucho esfuerzo para aprender la carrera. «Cuando me venían los alumnos, algunos por nivel pero la mayor parte simplemente por hobby, era capaz de ver hacia dónde querían ir ellos y cómo yo les podía ayudar a descubrir por lo menos los cimientos de esta profesión. Para mí enseñar de momento no es una vocación, pero me motiva ver la ilusión con la que acudían a cantar. La parte de la formación me venía casi más por lo que me daban los alumnos que porque yo tuviese un plan de cómo enseñarles», sostiene la soprano leonesa, que este viernes se estrena como intérprete en la ciudad donde recibió su primera formación. No lo hace en el Auditorio, como cabía esperar, sino en la sala Eutherpe, un recinto más recogido que se asemeja más al de sus recitales en los cruceros. «Con 22 años me fui a Salamanca y después ya no volví a vivir aquí. El concierto en Eutherpe surge cuando termino de trabajar con Raquel en Astorga y tras sopesar ambas la idea de realizar un recital en León. Después volví a mi trabajo en los cruceros y solo en este largo periodo de descanso de cinco meses es cuando hemos podido materializar aquel deseo. Una de mis compañeras de carrera de entonces, Fabiola Marcos, me aconsejó hablar con Margarita Morais, a la que conocía por la relación que ésta tenía con mi profesor de Valencia, Ramón de Andrés. La verdad es que me dio todas las facilidades y solo hubo que esperar a que hubiera una fecha libre. La primera parte del concierto es música española y la segunda parte canción napolitana y ópera», revela esta apasionada de intérpretes como Luciano Pavarotti, Mirella Freni, Renata Tebaldi..., «cuya forma de cantar es la de la ópera italiana del siglo XIX que es muy clara y precisa», concluye.